Bar Dorrego, San Telmo, Buenos Aires, febrero del 75
Sobre tus mesas...
Quinielero de suertes extrañas, con camareros de
pajarita en blanco y negro, sobre mesas de madera
agrietadas de sueños azules por el alcohol, con
emociones talladas a cortaplumas en el añejo
mostrador, con el carrusel alegórico de la vida
dialogando entre pasado y presente mientras
el barrio gira a tu alrededor... En esa escena
cotidiana y en la huella de tu suelo damero, donde
anónimos parroquianos buscan la inmortalidad, me
diste en oro y en el sublime descaro de la juventud
un puñado de amigos, copas, naipes, café, tabaco y
filosofía... Domingos!... Domingos de aceitunas,
Fernet con Coca o Gancia con soda y limón. Revoltijos
de feria..., historia latente y patente. Domingos de
kiosko en las tapas de Clarín, Crónica y La Nación...
En Vicente López Balbín abrazado con Perón..., "Ringo"
Bonavena y "Goyo" Peralta cruzan guantes en el Luna,
"Pichuco" Troilo y Pa´ que bailen los muchachos en el
Colón... Mientras, atravesando el Lezama, subiendo por
Defensa bajo la autopista desde las vías y Alte. Brown,
el arcano hechizo del fútbol con el "Ronco" y "Rojitas"
va asomando en la tarde de clásico rumores de goool.
Dentro de tus ventanales... tango, política, romances,
chimentos, fútbol, box y discusión. La jóven compañía y
la vieja soledad se confunden al son de tazas, cucharitas
y copas... sonriendo discretamente en el sordo murmullo
de un descascarado sifón.
Afuera sobre adoquines fileteados con historias de
suelas criollas y forasteras..., plaza, gorriones pardos,
saltimbanquis y entreveros del tiempo con su semántico
barullo de barrio, pintaban en mi alma urbana poesía con
afecto y mil un color... En la bohemia de tus noches de
febrero con la luna turca colgada sobre el viejo ombú,
entre cerveza tirada, cascaritas de maní y piropos de
baldosas y esquina, mi premio mayor... la "Rusita" vecina,
su melena al viento y esa sensual manera de taconear,
mientras me sostenía el "deseo" en sus dulces y tentadores
ojos negros llenos de misterios como el fondo del mar. Con
ese atravesado y simpático acento ruso-español que le metía
a mis oídos música del volga y Riachuelo ... Que te llamo,
que me llamas, que te hago la seña corriendo la cortina...
Después..., después pasos y abrazos de tango en lo del
"Indio" Benavente, así en cuatro compases milongueros
creció nuestro romance universal..., besos de zaguán y
promesas bajo la higuera del patio español..., la pieza del
conventillo de Humberto Primo y en el medio del pecho,
aquella cálida esperanza de amor...
Cafetín... como un tesoro de todas tus cosas almacené por
siempre esos días de gloria en la memoria del corazón,
fueron tres años, pero quiso el destino..., quinielero de
suertes extrañas, que mis pasiones, mis posturas, mis
noches de ilusión y todas mis locuras... todo, todo lo perdí,
la tarde de febrero que la "Rusita" Malena con maleta y
pasaje sin retorno a Moscú, subiendo al taxi rumbo a Ezeiza
en un inalcanzable adiós me besó, y dando vuelta por última
vez tu esquina se llevó para siempre mi juventud..., encanto
sublime, descarado y efímero de aquella vida...
Cafetín... "Sobre tus mesas que nunca preguntan, lloré esa
tarde el primer desengaño..."
jcp
Caracas, 2016
